viernes, 11 de marzo de 2016

DE 18 a 16.000

18 de 16.000: Así viven los únicos refugiados acogidos por España

Las cuatro jóvenes eritreas en las clases de español de Cruz Roja en Logroño.
La UE sólo ha recibido a 160 de los 160.000 refugiados que se comprometieron a acoger
La mayoría de los que han llegado a España son eritreos, no sirios
Las miradas tristes, vacías, han desaparecido de sus rostros. Sus ojos cada día se abren más y sus manos son cada vez menos ásperas y están más ansiosas por sujetar para siempre la libertad que tanto les ha costado conseguir. Ninguna pasa de 21 años, pero han vivido tres veces más que cualquiera de su edad. Sara quiere ser peluquera. Malem, cocinera. Y Mirem y Male aún no lo saben. Las cuatro son eritreas y se conocieron en el avión que las llevó de Roma a Madrid, el pasado noviembre, como miembros del primer contingente de refugiados demandantes de protección internacional asignados a España por la Unión Europea. Ahora están en un centro de acogida de la Cruz Roja en La Rioja, comenzando a vivir.
En ese contingente llegaron 12 refugiados, 11 eritreos y un sirio, pioneros de los 16.231 que nuestro país aceptó acoger. Otros seis más llegaron el pasado 22 de diciembre. Ahora están distribuidos entre cinco centros y pisos de acogida gestionados por el Gobierno y las ONG. A todos -un 0,1% del total previsto- les ha tocado el mejor de los premios: acabar con un infierno de varios años emigrando de país en país en busca de un futuro más alentador.
Las nuevas riojanas aterrizaron cargadas con una pequeña mochila con agua y recuerdos. Huyeron de un país cerrado de fronteras herméticas y éticas siendo unas niñas a las que les regalaban taburetes por sus cumpleaños para llegar bien al fregadero. Tardaron año y medio desde Eritrea hasta Libia, por Sudán, pasando de las manos de un traficante a otro, con la muerte como fiel compañera de viaje. En Libia esperaron meses, encerradas en zulos, hasta que los traficantes decidieron que ya habían reunido a suficientes personas para cruzar el Mediterráneo hacia Lampedusa.
"Cada una dejó atrás a sus familias en un país donde se violan todos los derechos humanos. Se han adaptado muy bien, se sienten seguras y tienen sus necesidades básicas cubiertas", afirma Isabel Manzanos, responsable del Área de Extranjería y coordinadora del centro de acogida de Cruz Roja en La Rioja. Las chicas viven con otros 20 refugiados que llegaron a España pidiendo asilo. Duermen en habitaciones compartidas, madrugan y se organizan para las tareas comunes. Después tienen una hora y media de clases de español. Entre ellas hablan tigriña y amárico, los idiomas locales, pero poco a poco van chapurreando alguna palabra española. "Los primeros días teníamos un traductor y ahora nos entendemos con ellas por gestos. Estamos intentando que aprendan nuestro idioma rápido para que puedan ir a cursos formativos y entrar en el mundo labora", añade Isabel.
Terminan la jornada con un taller de manualidades, en el que hacen marcos de fotos y floreros. Las cuatro jóvenes disfrutan de esta nueva vida sin miedo y calentándose con un chocolate en sus paseos por las callejuelas de Logroño.

Pensión de 300 euros

A una hora y media de allí, en un piso del centro de Bilbao gestionado por la Comisión de Ayuda al Refugiado, CEAR, viven otros tres jóvenes eritreos llegados en el mismo contingente. Said, el mayor, frisa los 30 años y ha dejado mujer y cinco hijos en su país. En la primera entrevista personal aseguró que trabajaba como empleado en un supermercado local. Pero el primer día que hizo la compra en uno de la capital vizcaína se quedó mudo de asombro. "Parecía que no había visto tantas cosas de comer juntas en su vida. Le llamaba la atención todo", afirma Itxaso Eguía, educadora de esta ONG.
Idriss es el más joven de los tres con apenas 19 años. Trabajaba como camarero cuando hace cuatro años huyó con su familia a Etiopía y de ahí continuó el periplo por Sudán y Libia hasta llegar a Italia. Ibrahim, el tercero, tiene 27 años, era estudiante e hizo la misma ruta que sus compañeros para escapar, como la mayoría de los varones que abandonan el país, de un duro servicio militar que les mantiene alerta de por vida. Los tres comparten piso con otros nueve asilados de diferentes nacionalidades: palestinos, nigerianos, salvadoreños, venezolanos... "Es una torre de Babel pero la convivencia es muy buena. La única dificultad es la comunicación, pues los eritreos apenas hablan un poco de árabe. Pero como llevan más de un mes dando clases de español ya se van entendiendo. No tienen ningún trato especial", asegura Itxaso.
Todos coinciden en que los recién llegados son amables, sonrientes y acogedores, "tanto que la mujer salvadoreña que vive en el piso con su pareja me comentaba el otro día que cuando llega a casa siempre le ofrecen un café. Algo que no hace ni su marido", asegura Itxaso. Los acogidos en el piso reciben una pensión mensual de 300 euros para comer. Ellos mismos se encargan de todo y la mayoría consigue ahorrar una parte para mandársela a sus familias. "Son adultos que no necesitan ningún tipo de custodia. Salen y entran cuando quieren, hacen amigos en las clases de castellano o en la mezquita a la que van a rezar, hablan todos los días por teléfono con sus familias y compañeros repartidos por Europa... Por eso son la envidia de los que están viviendo en los centros", apunta la educadora de CEAR.
Otro piso, esta vez en Valladolid, es el destino de los tres eritreos del contingente que les ha "tocado" a Accem (Asociación Comisión Católica Española de Migración). Tienen entre 30 y 35 años y su régimen de vida es muy parecido al de sus colegas del norte. "Tienen clases intensivas de español y el tiempo libre lo dedican a actividades culturales por la ciudad. También les pusimos vídeos de Nochevieja con las uvas para que entendieran las costumbres. Nosotros nos hacemos cargo de los gastos y nos preocupamos de su inserción laboral", cuenta Daniel Luque, responsable de la ONG en Castilla y León.
De los dos refugiados restantes del contingente que llegó en noviembre se sabe poco. Están en Madrid, en un centro de acogida gestionado directamente por el Gobierno, que se niega a facilitar detalles sobre ellos por presuntas razones de seguridad. Por último, los seis que aterrizaron hace días, cuatro hombres y dos mujeres, están en un centro de acogida de CEAR con otros 120 asilados de 18 nacionalidades.
"Estos refugiados reciben la misma atención que el resto. No hay de primera o de segunda clase. Se están incorporando con normalidad al sistema de acogida español que les brinda atención básica, seguimiento jurídico, atención psicológica y ayuda para su autonomía", asegura Estrella Galán, secretaria general de CEAR. El periodo de esta intervención integral es de 18 a 24 meses dividida en tres fases: la de acogida (nueve meses), la de integración (hasta 11 meses) y la de apoyos eventuales hasta completar el tiempo máximo.

"Falta voluntad política"

Tanto las ONG como el resto de instituciones que están gestionando esta acogida no entienden -o al menos nadie es capaz de explicarlo- las razones de la parálisis política para acoger a los refugiados. "Es algo inaceptable que ni entendemos ni compartimos. Es un problema de voluntad política, de descoordinación, de actitud pasiva ante este drama", añade la responsable de CEAR. La razón de este desastre, apuntan fuentes de la Comisión Europea encargada de este operativo, radica en los problemas de identificación en los puntos de llegada en Grecia e Italia, que están desbordados. "De los 11 hotspots (centros de llegada) abiertos en estos dos países sólo funcionan más o menos bien un par de ellos. El resto es un caos", dicen.
"Para que funcione el programa de reubicación del Ministerio, tienen que funcionar los centros de registro en Grecia e Italia. Son un desastre, las personas que llegan no tienen ni un lugar donde dormir, no hay un sistema coordinado de recepción, identificación y registro, y por eso muchos continúan el viaje hacia otros países como Alemania, Suecia o Bélgica por la ruta de los Balcanes", afirma María Jesús Vega, portavoz de ACNUR en España. "Hace falta que esos compromisos se materialicen", añade. "El Gobierno, en septiembre, anunció que aumentaba las plazas de refugiados. A finales de noviembre había 11.000 solicitudes de asilo, de las cuales, cerca de 6.000 han entrado por Melilla, la mayoría de origen sirio. En todo 2014 hubo 6.000 peticiones de asilo y en 2012 hubo 2.500. Ha aumentado considerablemente, pero el presupuesto es el mismo que hace tres años. Estaba claro que el tema se iba a desbordar".
El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, aseguró que "no es culpa" de España que hasta la fecha sólo se haya acogido a 18 refugiados. "Ofrecimos acoger a 50 como parte de un proyecto piloto. Nuestro país es uno de los cinco de la UE que se han acogido a este proyecto, en el que también participan Suecia, Alemania o Luxemburgo, y donde podrían haber participado hasta 32 países europeos". Sobre los retrasos en el acogimiento, el ministro señaló que "la Comisión Europea ha establecido el procedimiento correspondiente y hasta que no se establezcan los hotspots en Italia y Grecia no se puede avanzar. Estamos sometidos a eso".
Más de un millón de refugiados y migrantes han llegado este año a Europa por mar y tierra, en la peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial, según los datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). En total, los países de la UE sólo han reubicado a 160 de las 160.000 personas comprometidas. Casi 4.000 han perecido en aguas del Mediterráneo en 2015. A los 18 primeros acogidos en España les ha tocado la lotería.

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